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Más allá de los impuestos a la renta: la promesa de gravar la riqueza

La desigualdad económica se ha convertido en uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. A pesar de los avances tecnológicos y del aumento de la riqueza global, la brecha entre ricos y pobres no ha hecho más que ampliarse en las últimas décadas. Según un reciente estudio publicado en la revista Análisis Económico, los impuestos a la riqueza podrían ser la medida más efectiva para revertir esta tendencia.


El autor del estudio, el Dr. Jesús Vaca de la Universidad de Guadalajara, analizó datos de 26 países de la OCDE entre 1995 y 2017. Mediante sofisticadas técnicas econométricas, comparó el impacto de diferentes instrumentos de política fiscal en la desigualdad: impuestos a la propiedad, impuestos a la renta, impuestos al consumo y gasto público en áreas sociales.


Los resultados fueron contundentes: los impuestos a la riqueza, también conocidos como impuestos al capital o al patrimonio, mostraron la relación más fuerte con la reducción de la desigualdad, una vez superado cierto nivel de recaudación.


En otras palabras, gravar la riqueza de los más acaudalados parece ser la forma más efectiva de estrechar la brecha entre ricos y pobres.


El auge de la desigualdad Primero, un poco de contexto. La desigualdad económica lleva décadas aumentando en la mayor parte del mundo. Entre 1985 y 2010, según datos de la OCDE, la desigualdad empeoró en 17 de los 22 países sobre los que había información disponible. En Estados Unidos, por ejemplo, entre 1980 y 2013 el ingreso promedio por adulto aumentó un 60% en términos reales. Pero la mitad de ese incremento fue a parar al 10% más rico, mientras que el 50% más pobre no vio ninguna mejora.


impuestos


Este aumento de la desigualdad coincide con las políticas neoliberales que se impusieron en muchos países desde la década de 1980. Dichas políticas incluyeron una fuerte reducción de impuestos, especialmente para las rentas más altas y la riqueza. La idea era eliminar el supuesto trade-off entre impuestos y crecimiento económico.

Sin embargo, décadas después los resultados están a la vista: la desigualdad se disparó al tiempo que la economía se ralentizaba. Entre 1960-1970 el crecimiento económico promedio anual était de 3.6%; en las dos primeras décadas del siglo XXI, ese promedio cayó al 1.2%.


Ante este panorama, no sorprende que la política fiscal vuelva a estar en el centro del debate. Y es que si algo caracteriza la desigualdad moderna es la rápida acumulación de riqueza en unos pocos. Según datos de la World Inequality Database, desde 2015 el 1% más rico posee más riqueza que el 99% restante de la población mundial. En ese contexto, tiene sentido explorar impuestos que graven directamente el capital.


Así funcionan los impuestos a la riqueza Los impuestos a la riqueza existen desde hace siglos bajo diferentes formatos. Quizás el más conocido sea el impuesto a la herencia o sucesiones. Pero hay otros como el impuesto recurrente sobre el patrimonio neto, el impuesto sobre bienes de lujo o el impuesto a las grandes fortunas.


La premisa subyacente es sencilla: quienes más tienen deben contribuir en mayor proporción al erario público. Ese principio se conoce como “capacidad de pago”. Por el contrario, la mayoría de impuestos al consumo (IVA) suelen ser regresivos, es decir, afectan más a los de bajos ingresos.


En teoría, gravar la riqueza podría ayudar a financiar el gasto social, a la vez que desalienta la perpetuación dinástica de grandes fortunas. Pero también podría desincentivar el ahorro y la inversión si las tasas son demasiado elevadas. De ahí la importancia de encontrar un punto medio razonable.


Según el estudio del Dr. Vaca, ese punto está entre el 2.5% y 3.5% de recaudación como porcentaje del PIB. Por encima de ese umbral, los impuestos a la riqueza parecen mostrar su máximo efecto redistributivo.


Cabe destacar que, en promedio para los países de la OCDE, la recaudación por impuestos al capital apenas llegó al 1.7% del PIB entre 2010-2017. Es decir, todavía hay espacio para aumentar la imposición sobre la riqueza sin efectos contraproducentes.

Comprobando la hipótesis Veamos en más profundidad la investigación del Dr. Vaca. Él parte de una premisa sencilla: la desigualdad actual tiene un carácter más funcional que personal. No se debe tanto a las diferencias de talento o esfuerzo entre individuos, sino a la concentración de riqueza y medios de producción en una élite.


Esta élite obtiene rendimientos de capital sistemáticamente más altos que el crecimiento económico (la famosa regla r > g de Piketty). Eso les permite acumular riqueza a un ritmo mucho mayor que el resto, perpetuando las desigualdades iniciales.

Por tanto, para el Dr. Vaca los impuestos a la riqueza deberían ser más efectivos contra la desigualdad que otros instrumentos fiscales, por cuanto atacan directamente el capital acumulado. Para comprobarlo, construyó un modelo econométrico utilizando datos de 1995-2017 sobre impuestos, gasto público y desigualdad en 26 países desarrollados.


El resultado principal es que, efectivamente, los impuestos recurrentes sobre la propiedad mostraron la mayor relación negativa con la desigualdad, una vez superado cierto umbral de recaudación. En promedio, ese umbral estuvo entre el 2.5% y 3.5% del PIB.


Por encima de ese nivel, el aumento de la imposición sobre el capital se asoció fuertemente a una reducción de la concentración de ingresos en el 1% más rico. También se asoció a una caída del coeficiente de Gini, indicador estándar de desigualdad. En cambio, otros impuestos y el gasto social tuvieron un impacto redistributivo menor.


Cabe mencionar que relativamente pocos países en la muestra recaudaron por encima del umbral señalado vía impuesto sobre la propiedad. Destacan casos como Islandia (4.4% del PIB), Bélgica (3.4%), Estados Unidos (3%), Reino Unido (4%) o Luxemburgo (2.9%). La mayoría de naciones recaudaron menos del 2% por esta vía.


Así pues, el análisis indica que aumentar moderadamente la imposición sobre la riqueza podría ser una medida efectiva para combatir la desigualdad. Claro está, cada país necesitaría hacer sus propias estimaciones sobre cuál es el umbral óptimo. Pero el estudio del Dr. Vaca da una primera aproximación al respecto.


En conclusión, este meticuloso análisis del Dr. Vaca aporta sólida evidencia inicial sobre el formidable potencial de los impuestos a la riqueza para mitigar la alarmante desigualdad económica de nuestro tiempo. Si bien aún resta continuar investigando sus implicaciones óptimas, los hacedores de políticas harían bien en prestar seria atención a estas conclusiones preliminares. Reformas fiscales progresistas que incrementen moderadamente la imposición al capital podrían marcar un punto de inflexión redistributivo.


Por supuesto, queda mucho por debatir sobre este tema tan decisivo para el presente y futuro de nuestras sociedades. Si desea profundizar en el estudio del Dr. Vaca o aportar sus perspectivas, no dude en contactarme al +502 2215-7575 o escribir a j@vesco.com.gt. En Vesco Consultores contamos con un equipo especializado disponible para discutir soluciones políticas efectivas contra la desigualdad.


Espero que este artículo haya resultado de su interés y pueda catapultar fructíferas discusiones. Como ciudadanos comprometidos, tenemos la responsabilidad colectiva de promover sistemas económicos más justos y prósperos para todos.




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